Friday, July 07, 2006

Woody Allen y el hachazo de Raskolnikov


Este breve artículo no intentará ser una reseña crítica o una síntesis argumental de la última película de Woody Allen, Match Point, sino que se enfocará en la evidente relación entre el mencionado filme y la clásica novela de Fiodor Dostoievski, Crimen y Castigo (*1).

En principio, y teniendo en cuenta a ambos artistas, esta relación pareciera ser ridícula. Conocemos la idea de expiación a través del dolor que plantea el maestro ruso en muchas de sus obras, y dentro del ámbito cinematográfico sería mas conveniente relacionarlo con algunas películas de otro neoyorquino, Martin Scorsese, como Taxi Driver, Mean Streets o Raging Bull. En el otro extremo, Woody Allen interpreta frecuentemente (y es difícil saber hasta qué punto no se está interpretando a sí mismo) personajes neuróticos, hipocondríacos y con un constante y patético miedo a la muerte que los lleva a evitar cualquier exigencia física.

Hay que decir, por otro lado, que Match Point no es similar a nada que haya filmado el señor Allen en mucho tiempo. Su fuerte, se sabe, está en esas películas tragicómicas en la que los personajes no pueden evitar su propia condición triste pero que al menos tienen la capacidad de reírse de eso hasta el final. Annie Hall, Hannah y sus Hermanas y Manhattan son los mejores ejemplos. Cuando Allen ha filmado pura comedia sigue siendo gracioso, pero uno termina con ganas de ver alguna película de Chaplin o de Groucho Marx, en las cuales el humor puro que busca Allen está verdaderamente logrado. Cuando se pone serio, sale a relucir su fanatismo por Ingmar Bergman, pero una vez más se queda a mitad de camino (véase Interiores), las puestas en escena parecen excesivamente artificiosas, como si todos estuvieran conteniendo un chiste que nunca termina de salir. No, el humor de Allen, heredero de los nombrados Marx, que ha sido inspiración para casi todas las comedias románticas decentes de los últimos años, sobre el que Jerry Seinfeld ha construido la mejor sitcom de todos los tiempos, ese humor irónico, bañado por la famosa culpa judía, es lo que lo ha vuelto genial y es la esencia que hace a algunas de sus películas clásicos imperecederos.

En Crimen y Castigo, Raskolnikov es un hombre doblegado por su propia condición ínfima, no puede soportar su falta de grandeza espiritual y vive encerrado en una pensión, alejado de sus amigos que de todos modos intentan ayudarlo. Raskolnikov desarrolla una curiosa idea: a los grandes hombres no les tiembla el pulso, sus metas están por encima de todo y de todos, los cadáveres son condiciones necesarias para el gran superobjetivo, sus fines justifican todos sus medios. Piensa en Napoleón, en su condición elevada cuya meta existencial no puede ni debe respetar valores éticos y morales. Por eso, en busca de dinero que marque el comienzo de su gran plan, decide asesinar a una avara pensionista. Cuando llega al lugar (cabe aclarar que la prosa y la construcción de las situaciones son magistrales) se encuentra con otra mujer más, y de un hachazo en la cabeza asesina a las dos. Raskolnikov suponía que, siendo un Hombre Grande, la culpa jamás lo atosigaría. Sin embargo, sucede todo lo contrario. No puede dormir. Lo sucedido aquél día lo tortura psicológicamente. La policía sospecha de él, pero luego lo descarta como posible asesino. Atormentado por la culpa, cuando ya nadie sospecha de él, se entrega a la justicia y cumple su condena. Ha cometido un crimen, sí, y debe cumplir con su castigo. Nadie está por encima de la ética y la moral, nadie está por encima de la vida de nadie. A pesar de la atrocidad que cometió, su actitud final lo redime.

En Match Point, el protagonista cree que “la vida es una tragedia”. Las tragedias implican dos cosas, al menos: en primer lugar, que para los personajes hay un destino trazado de antemano, inevitable e inexorable, y en segundo, que la fatalidad y la aparición de algún cadáver debe darse en algún momento. La suerte, en las tragedias, no sería más que una brusca curva en una ruta trazada con antelación, con final en el cementerio. Woody juega muy bien con estas dos ideas de la existencia (la hoja de Forrest Gump) ejemplificando la cuestión con pelotitas de tenis que caen a un lado u otro de la red o, sobre el final, con un anillo destinado a desplomarse a un lado de la bahía.

El personaje de Match Point también tiene un superobjetivo, también anhela salir de su vida mediocre y aspirar a la Grandeza. Nada debe ubicarse en el medio de su supuesto designio, ni siquiera sentimientos humanos como el amor y la compasión. Esto es lo que sucede generalmente con esos tipos que tienen grandes objetivos mesiánicos (el propio Napoleón, Hitler o Fidel): se ponen sobre el hombre, distorsionan los valores y, entonces, los cadáveres (al decir de Raskolnikov) son sólo medios para el gran Fin. Cuando su vida como millonario peligra, el personaje decide asesinar a la mujer problemática. En una secuencia que hace homenaje constante a la escena del asesinato de las pensionistas en Crimen y Castigo, el protagonista liquida a la mujer y huye del lugar. La cita es casi explícita. A esta altura, el espectador está en las nubes. Woody filma como el mejor Di Palma, la fluidez y el manejo de la tensión son increíbles, son los 15 minutos más memorables de Allen en toda su carrera, si tenemos en cuenta que casi no hay diálogos y que uno tiende a comparar toda la escena con lo experimentado durante la lectura del libro mismo de Dostoievski, comparación de la cual el bueno de Woody sale muy bien parado.

Lo genial, a esta altura, está por venir. Los fantasmas también acosan al personaje. Como sucede con Raskolnikov, la policía comienza a sospechar de él. Tiene problemas para dormir, y la culpa no deja de atormentarlo. Por azar (disfraz del destino), el detective lo descarta como sospechoso. Está liberado, el peso de lo que hizo sólo queda guardado dentro de él, como una bola oscura en el estómago. Su mujer millonaria está embarazada, su amante (que también esperaba un hijo suyo) descansa bajo tierra. Finalmente, se convierte en padre del hijo de la fortuna. Guarda silencio, y en un primer plano final de hermosa intensidad, vemos que convivirá con lo que ha hecho por siempre. A diferencia de Raskolnikov, no asume la culpa. Convivirá con los fantasmas hasta el día de su muerte.
Woody nos da en esta película una clave para entender la época en la que vivimos. Si antes los valores éticos o morales prevalecían sobre el final, ahora éstos carecen de trascendencia. Todo un signo de estos tiempos. Hay crimen, pero no hay castigo. Eso sí que es una tragedia. ¡Bienvenidos al siglo XXI!
*1: el personaje, vale aclarar, lee la novela de Dostoievski en una escena de Match Point, reforzando la relación.

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