Thursday, October 05, 2006

El desaparecido

Para una de las notas de la revista Zama, publicación en la que hemos trabajado los últimos meses, el Bocha entrevistó a la madre de Miguel Bru. La señora aún busca el cuerpo de su hijo, de paradero desconocido desde aquella noche fatídica en la que ingresó a la Comisaría 9°, hace ya 13 años. El Bocha tituló el artículo bajo el genial nombre de “El desaparecido 30.001”.

Para el día de la primavera, Gastón, Goto y yo fuimos a Plaza Moreno con la idea de ver a Los Tipitos. No hace falta decir que la banda no es de nuestro agrado (de hecho, me parecen horribles), pero la curiosidad por escucharlos en vivo fue más fuerte que el buen gusto y de todos modos concurrimos al evento. El paisaje era previsible. Mucho pendejo humilde (15-18 años) absolutamente ebrio, generalmente con cerveza depositada en botellas de plástico de dos litros cortadas por la mitad. Recuerdo que pasó junto a nosotros un pibito borracho con su hijo sentado sobre sus hombros. Unas chicas se acusaban mutuamente de putas mientras, detrás, un grupo de pibes se cagaba de risa alegando que las minas eran “cualquiera”. Nunca pude saber qué fue lo que hicieron, y me disgusta imaginarlo. La mayoría vestido con ropa deportiva de feria paraguaya y celulares baratos que no dejaban de usar, los chicos se portaron bastante bien, lo único que hacían era tomar y reírse entre ellos. Después me enteré que los Nerd Kids habían tocado antes de nuestra llegada y que fueron bajados a botellazos, noticia que por algún motivo no me sorprendió en lo absoluto. Debo decir, sin embargo, que a los tres nos pasó lo mismo, sentados en una fuente de la plaza: algo estaba muy pero muy mal en el ambiente. Todos los chicos se me hicieron desamparados, abandonados a su destino, sin perspectivas positivas a futuro ni mucho menos. Sin ser un progre clásico, esa enorme cantidad de chicos (no quiero decir números, pero serían 3000) me parecieron víctimas de una estructura de cosas que se había encargado ya de cagarlos, a los escasos 17 años. No había nadie de colegio privado, eran todos chicos de escuela pública en pésimo estado, sólo con verlos se notaba que era así, y juzgué escasas las chances de que esos pibes pudieran realizar sus proyectos, o de que (peor) incluso tengan alguno. No sé, odio las generalizaciones, pero estuve ahí y eso fue lo que me pasó. Fue una imagen muy vívida de que, a pesar de lo que diga el espantoso gobierno que está a cargo de la cuestión, Argentina es un país en pésimas condiciones de cultura, salud, trabajo y educación.

Un pibe vestido de negro se me acerca. Noto que lleva de la mano a una chica con un enorme moretón en el ojo derecho. Prejuzgando, el pibe tenía toda la pinta de merquero del mundo, y la piba igual, por lo que no se me hizo difícil pensar que el golpeador era el mismo flaco. Me pregunta: “¿ya tocó El Otro Yo?”. Le respondo que no sé. Se va. Ahí supe que la banda estelar era El Otro Yo. “Garrón”, dijimos los tres, pero de todos modos nos quedamos, para proseguir con el masoquismo. Nos paramos en la fuente y la banda de los Aldana arranca. Mejor de lo que esperaba, aunque lejos de gustarme. El público no tiene mucha onda, hubiera venido mejor una banda rollinga, porque ese era el público de la plaza. De todos modos, respeto. Veo que delante de nosotros, dos flacos se cuelgan de sendos postes (paralelos y separados entre ellos por 5 metros) y que despliegan una enorme pancarta, que no podía leer bien ya que desde mi posición veía el cartel al revés. Estábamos muy calientes, ya que esa pancarta obstaculizaba por completo y casi de manera exacta nuestra visión del escenario. Lo único que podíamos contemplar era esa fucking bandera. Aburridos, tratamos de descifrar su inscripción. Llegamos a la siguiente conclusión: “Parición con Vida Ya! De López”. No lo entendí, pensé que era un preso político o algó así. Por esos días, Etchecolatz había sido condenado a perpetua. Aldana se para frente al micrófono y, con su típico tono aniñado-inocente dice: “estamos muy felices que todos los hijos de puta, todos los terribles hijos de puta que mataron y torturaron estén yendo presos para toda la vida...”. No recuerdo las palabras exactas, pero eran más o menos esas. Un chico con acné que pasó al lado nuestro le gritó: “habla bien!”. Risas. Luego, Aldana dice: “este tema se llama Licuadora Mutiladora, y habla del gobierno de Videla que mató tantos chicos”, bla bla. En ese momento nos fuimos. No hay tópico que sostenga una mala canción.

Esa noche nos juntamos en lo de Gastón. Estábamos viendo, por algún extraño motivo, Informe Semanal. Aunque, pensándolo ahora, creo que el hecho de ir a la plaza nos llevó de un cachetazo a la realidad y por unos segundos nos sentimos en la obligación de poner un noticiero. Allí nos enteramos que un tal Jorge Julio López, testigo clave del juicio contra Etchecolatz, había desaparecido y que se desconocía su paradero. La inscripción del cartel que habíamos visto se completó sola: “Aparición con Vida Ya! De Jorge Julio López”.

El tipo todavía no apareció. La revista estaba impresa y quedó así, desactualizada, sin tomar en cuenta al desparecido 30.002 que se sumó a los expedientes bochornosos de nuestro país. Aquella noche del noticiero volví a mi casa. Como siempre en esta ciudad, ni un perro se movía a la distancia, y los edificios parecían estar siendo sostenidos por la densa humedad. Una inscripción me llamó la atención: educación, trabajo y fusil. Pueden verla, está en 6 y 46, escrita en letras negras. No entendí lo que estaba reclamando el tipo que se tomó 5 minutos para eternizarla contra una pared. Pero la incoherencia de la frase me hizo pensar, como si todo lo vivido se hubiera plegado mágicamente en una sola idea, en los Nerd Kids, en los pibes de la plaza fumando marihuana contra un árbol, en la licuadora mutiladora, en Lopez, en Etchecolatz, en Bru, todo se me hizo la misma cosa, la misma falta de idea, la misma falta de identidad, el mismo desinterés, el mismo odio contra los mismos odiados por los mismos odiadores; fue ahí que pensé, fue ahí que sentí casi físicamente, en una sensación difícil de explicar que puedo resumir como un terrible calor que nació en la base del estómago y se instaló en mi garganta, que eso era Argentina, que la palabra abstracta Argentina era eso, un cartel bloqueándome la visión del espectáculo, una aberración que se repite 30 años después, una chica de 15 años embarazada mandando un mensaje de texto, eso era Argentina, lo pude sentir, y todo lo que me rodeaba, los edificios y las casas y los maxikioscos y los cyber cerrados y las obras en construcción, fueron parte de lo mismo, estuvieron unidos por unos segundos por esa idea que nos empeñamos en llamar Argentina, como besar a una chica y sentir que el amor es eso y que no hay nada más, Argentina estaba escrita en esa frase sin sentido sobre una pared de calle 6. Una frase sin sentido para un país sin rumbo.

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